Me gusta esta expresión, pero no en el sentido literal al estilo del silencio de los corderos que lo transforma en mero truque de favores. Me gusta en el sentido teatral del término en el que la confusión de sentidos como recurso fácil (o a veces no tanto) da lugar al típico y frívolo vodevil. Me gusta porque me recuerda que una vez pronunciadas, las palabras ya no nos pertenecen porque sus connotaciones y sentidos se entremezclan en el karma de las causas y efectos de nuestro entorno que a la vez nos realimenta para moldearnos. Me empuja a aceptar que más allá de mis pensamientos y mis intenciones, deja de exisitir mi control, que lo que yo quería decir tiene vida propia y ello me inquieta a la vez que me emociona. A veces, para mal, el resultado de mis palabras transparentes es hiriente, a veces, más allá de mi capacidad de empatía consiguen reconfortar.
Aunque pueda haber quien dude de la relación de lo que acabo de decir con lo que cocino el paralelismo es realmente astonishing. El efecto de los platos que cocinamos no es siempre el que pretendemos. Ojalá la cocina con amor tuviera el efecto de "Como agua para chocolate", aunque la frase de las cebollas sea una verdad como un templo... Soy una auténtica llorona. A veces el empeño y la pasión no consiguen compensar el efecto de la disciplina férrea, de la precisión milimétrica de la técnica y el control de los tiempos. A menudo me aburre la técnica y eso es lo que ocurre al empezar la casa por el tejado. Los platos, cuando se prueban, ya son palabras pronunciadas.
De hecho, una tarta de pera no siempre tiene que ser dulce, con un queso azúl como en este caso Fourme d'Ambert constituye un entrante delicioso. A veces, mezclo la manzana con roquefort y nueces en la pizza y también me parece una asociación de sabores acertada. Bueno, una idea que en moldes individuales se puede convertir una aperitivo original también.
Minitartas de pera y fourme (12 unidades)
1 paquete de masa quebrada (la hice casera pero es más práctico comprarla, para que engañarse...)
2 peras
75g de fourme d'ambert (si gusta se puede añadir más)
20g de mantequilla
1 cdp de azúcar (las peras estaban un poco verdes, si son maduras no hará falta pero ojo que no se deshagan demasiado al cocinarlos)
sal y pimienta
Cortar la mantequilla a dados y pasarla por la sarten hasta que se ablanden un poco junto con el azúcar. Salpimentar. Cortar el queso a daditos. Precalentar el horno a 180º.
Cortar la masa e introducirla en los moldes. En mi caso una bandeja de silicona con 6 minihuecos.Cocer la masa en blanco con lentejas o garbanzos para que pese y no se levante. Rellenar los huecos con pera y queso. Introducir en el horno hasta que se observe dorado.
4 comentarios:
Mmm... quin aperitiu més luxós... a mi m'encanta la pera amb camembert, aquesta tartaleta deu ser molt semblant. No he tastat mai el Fourme d'Ambert, serà quüestió de provar-lo ;)
Hola bonica, em semblen unes tartaletes excepcionals, tot un luxe pels sentits... m'agrada molt com escrius i tot el que dius. Que bé m'has fet recordar una pel·li que fa molt de temps que no veig, serà qüestió de tornar a veure como agua para el chocolate.
Molts petons bonica.
Es que la pera con el queso azúl es un tandem fabuloso. Tengo pendiente alguna receta de este estilo.
Tu aperitivo maravilloso, buena presentación y divertido al paladar. Hace una cervecita?
Besos
Ostres quina cosa més bona!!! aquest estiu vaig provar una amanida de peres i vaig pensar que mai l´utilitzo per cuinar i són boníssimes, m´apunto la teva recepta per fer-la...petonets
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